The Golden Circle es una de las zonas más visitadas de Islandia, quizás por su cercanía con la capital y porque se puede ver en un solo día. Está formado por la gran catarata de Gulfoss, la zona de géiseres y el Parque Nacional de Thingvellir, donde está la gran falla que separa las placas tectónicas euroasiática y americana. En mi caso, contraté una excursión de 8 horas con Get your Guide por 49.90 euros, que incluía además la visita al cráter Keriđ, algo que normalmente no hacen estos tours. Saliendo desde Reikiajvik, ya desde la carretera se ven diferentes de columnas de humo sobre el terreno de lava, con formas un tanto curiosas, sobre la que ha crecido una especie de musgo de un color verde tirando a amarillo. La primera parada de la excursión fue en un pueblo llamado Selfoss, famoso por estar en una zona repleta las fumarolas. Al estar en una zona geotérmica muy activa cuenta con varios balnearios para relajarse y descansar. Lo más llamativo de este pueblo es que tienen unos 60 o 70 terremotos todos los días, pero son tan suaves que ni te enteras. Me llamó la atención que había un «simulador» de terremotos en el pequeño centro comercial, en el que echas una moneda como si fuera los coches de los niños y ale, a sentir el meneo durante unos minutos.

La siguiente parada fue el cráter Keriđ, con su pequeña laguna de color turquesa rodeada de tierra roja y escasa vegetación, que si tienes la suerte de visitarlo en un día soleado alucinarás con el contraste de colores que crean el agua y la tierra. Mide 270 metros de diámetro y tiene una profundidad de 55 metros.
Después nos llevaron a la zona de géiseres a disfrutar del olor a huevo podrido, donde está el famoso Geysir, un géiser que está ahora inactivo (su última erupción fue en el año 2.000). Sin embargo, el espectáculo está asegurado con Strokkur, que cada 5-10 minutos escupe una buena columna de agua que puede elevarse hasta 25 metros. Intenta coger sitio delante porque se suele llenar de turistas.


Esta zona está repleta de pequeños y curiosos géiseres, algunos tienen un intenso color azul turquesa, en otros se aprecia el agua hirviendo haciendo chop chop como si estuviera cociéndose unos macarrones. En todo el terreno se mezclan diferentes tonalidades de amarillos y ocres, debido a los minerales y al sulfuro que sueltan. Y cómo no, cuenta con un restaurante y varias tiendas de souvenirs.
La siguiente parada fue la gran catarata de Gulfoss, una de las más impresionantes del país por su tamaño, por la cantidad de agua que lleva y por la fuerza con la que la arrastra. De hecho, el sonido que produce el agua es brutal y es imposible ver la caída por el vapor que genera. Existen diferentes puntos para verla desde diferentes perspectivas. Para llegar a la parte inferior hay que bajar por unas escaleras metálicas y continuar por una pasarela, en la que vete preparando para empaparte de agua, pero que realmente merece la pena porque llegas muy cerca del agua. Desde la parte de arriba se ve otra perspectiva diferente de la descomunal caída y del estrecho cañón por el que discurre el río. Ya que el guía nos dejaba un tiempo limitado en cada sitio, no daba para explayarse mucho, pero creo que en esta catarata merece la pena pasear y verla desde otros puntos.

La última parada está en el Parque Nacional de Thingvellir. Aquí se encuentra la gran falla que separa la placa euroasiática de la americana. De hecho, es tan ancha que puedes pasear por ella, o incluso ¡bucear! Hicimos un recorrido de media hora con el guía del tour, que nos llevó a la zona en la que se estableció el parlamento islandés, fundado por los vikingos allá por el año 930, el primero de la democracia moderna.
