Dejé atrás el aeropuerto de Tromsø con una mezcla entre la emoción por lo que había vivido y la tristeza por dejar atrás el Ártico. El atardecer estaba siendo precioso y tenía la esperanza de poder ver alguna Aurora durante el vuelo, pero no fue así. Aterricé en el aeropuerto de Bergen sobre las 22.00 horas, cansada, pero de nuevo me inundaba la emoción por lo que me esperaba al día siguiente. Había contratado la excursión de Norway in a Nutshell a través de su web, por 175 euros. A primera vista parece excesivamente cara, pero te aseguro que es un dinero bien invertido.
El aeropuerto de Bergen está conectado con la ciudad por autobús (flybussen), tren y tranvía. El autobús es un poco más caro (10 eur aprox) pero en 20-25 minutos ya estás en el centro de la ciudad. El tranvía, más barato, tiene muchas paradas y te puede llevar unos 45 minutos de trayecto hasta el centro de la ciudad. Un matrimonio argentino que venía en mi vuelo me aconsejó tomar el autobús, porque entre que sales del avión, coges la maleta y te ubicas un poco, se hizo tarde. Saqué el billete en su web (como casi todo lo que contratas en Noruega) y me bajé en la primera parada, la estación Central (donde también paran los trenes).
Me alojaba en el hotel Citybox, muy moderno y funcional, a sólo 5 minutos andando de la Estación. El check-in te lo haces tu mismo en unas máquinas en la entrada, donde introduces tus datos de la reserva, realizas el pago y te da la tarjeta de tu habitación. Para acceder al hotel necesitas también esta tarjeta, la pasas por el lector y entras en un amplio vestíbulo, donde están las zonas comunes, con algunos sofás, mesas con ordenadores y una cocina amplia, moderna y limpia. En la nevera puedes dejar tu propia comida poniendo tu número de habitación escrito a boli. Lo cierto que es yo dejé una bolsa sin número y nadie la tocó. Las habitaciones son cómodas y espaciosas, lo malo que el baño, como casi todos los hoteles noruegos, tiene la ducha a ras de suelo, así que hay que ducharse con cuidado para no empantanarlo todo.
A las 7.30 h de la mañana me planté en la estación central de Bergen, directa al servicio de atención al cliente. No había recibido el email con el itinerario del viaje y eso era un gran problema. Un señor de información llamó a la agencia y me solucionó el problema al momento.
A las 8 h salí en el tren de alta velocidad, que iba lleno de chavales de viaje de esquí. A través de la ventana pude observar la inmensa belleza del paisaje noruego. Bosques, lagos, montañas nevadas, cascadas… y una hora después llegué a Voss, mi primera parada.
Voss





Salí de la estación y me dirigí hacia el pueblo. Primero me topé con una iglesia pequeña de estilo nórdico muy bonita. Y después, el enorme lago. Impresionante. Me quedé allí plantada mirando aquel inmenso blanco lago helado, mientras intentaba captar algo del calor del sol. Eran las 9 de la mañana y la temperatura rondaba los -5ºC.

A las 10 h salía el autobús dirección Gudvangen. Había leído en un blog que lo mejor era sentarse en el primer asiento de la fila de la derecha, y eso hice. Como llegué sobrada de tiempo me puse la primera en la cola. La gente iba llegando procedente de diferentes trenes y se empezó a llenar de turistas. Lo bueno de sacar con antelación Norway in a Nutshell es que ya tienes todos los billetes de antemano. La otra opción es comprar el billete directamente al conductor, pero te arriesgas a quedarte sin sitio y tener que esperar al siguiente autobús y entonces te pueden descuadrar los horarios del resto del trayecto.
Cuando el autobús salió de Voss comenzaron a desfilar una colección de ríos, lagos y montañas nevadas. Según íbamos subiendo por carreteras estrechas y empinadas, los paisajes se hacían cada vez más espectaculares. A mi lado iba un señor holandés que me contaba que había estado en España muchas veces y que con mi cámara salían mejores fotos que su teléfono móvil. Un tipo simpático que viajaba con su mujer.



Gudvangen, la aldea vikinga
Y llegamos a Gudvangen, donde teníamos que tomar el barco para el paseo por el fiordo. Aquí está ubicado un antiguo poblado vikingo que sólo abre en verano, el Viking Valley, donde te puedes sentir como si estuvieras dentro de la serie Vikingos. También se encuentra el Fjordtell, un hotel con restaurante y una tienda de souvenirs. Menos mal que estaba abierto y nos sirvió de refugio durante un buen rato, porque el frío y la humedad te calaban hasta los huesos. Si tienes que comprar regalos te recomiendo hacerlo aquí, de hecho, en Bergen el mismo producto puede costar el doble de caro.


Nærøyfjord
Y llegó el gran momento. El paseo en barco por el Nærøyfjord, el fiordo más estrecho del mundo rodeado de altas montañas (algunas de hasta 1.500 metros). Es uno de los brazo del Songefjord (fiordo de los sueños) uno de los más largos de Noruega y Patrimonio Mundial de la Unesco.
El día prometía mucho gracias al cielo despejado, y así se mantuvo el resto de la jornada. Embarcamos en un barco de dos plantas, con una zona interior con cafetería, sofás y grandes ventanales. Lo cierto es que viene muy bien en invierno para disfrutar de las vistas sin pasar frío, porque se hace más intenso en el barco debido al viento y a la humedad. Siempre hay que llevar buena ropa de abrigo que tenga efecto cortaviento, gorro y guantes.
El barco comenzó el trayecto deslizándose suavemente, encajonado entre montañas nevadas. Poco a poco se iba abriendo el sol y los paisajes se volvían más alucinantes. El primer pueblecito que pasamos tendría unas cuatro casas y una preciosa iglesia de madera. El resto del viaje fuimos dejando a nuestro paso pequeños pueblos de pescadores, iglesias, cascadas congeladas… cuyos nombres impronunciables aparecían en la pantalla de un plasma. Sin embargo, lo que más me impactó fue el reflejo de todo este paisaje sobre el agua, como un espejo. Naturaleza en estado puro.




La entrada al pequeño puerto de Flåm me causó una sensación única, es increíble el efecto del reflejo del paisaje en la quietud del fiordo. Todos los pasajeros nos bajamos del barco abstraídos por la belleza del paseo. El Tren de Flåm era la siguiente etapa del tour, uno de los trayectos en ferrocarril más hermosos del mundo, con una subida de más de 800 metros en tan sólo veinte minutos. Flåm es un pequeño pueblecito con apenas veinte casas, un hotel y varias tiendas de souvenirs, una estación de tren, donde encontré una Bakery muy mona y un bar estilo vikingo, que estaba cerrado. Después de dar una vuelta, escogí por la opción más sensata, como la mayoría de la gente que estaba por allí, sentarse al sol y esperar la hora de subir tren.

El Tren de Flåm
El Tren de Flåm es famoso por hacer uno de los recorridos más bellos del mundo. Y no sólo por eso, es una de las líneas de tren con un ancho de vía normal con más pendiente del planeta, con un gradiente del 5,5% en el 80% del trayecto. El tren circula por paisajes espectaculares, como la Ruta de los Camineros, dejando ver vertiginosas laderas y estrepitosas cataratas, además de pasar por 20 túneles. En invierno las cataratas están congeladas, pero aun así, me parece que el paisaje es más bonito aún. El interior del tren es de estilo vintage, que contrasta con la pantalla de plasma que van indicando los lugares por donde va pasando. Creo que nadie le presta mucha atención, porque lo realmente divertido del viaje es correr de una ventana a otra del vagón para no perder detalle del paisaje a ambos lados. El asiento se queda para dejar la mochila y el abrigo.


Habitualmente suele hacer una parada en un pequeño rellano a los pies de una cascada. En primavera y verano sale una chica cantando, pero como ahora está congelada sólo pude bajarme e imaginar cómo será eso de ver el agua cayendo y la ninfa cantando. Aproveché para hacerme algunas fotos con el revisor y el tren entrando en un túnel. De nuevo en marcha, pasamos por las zonas más elevadas de la ruta, con unas vistas increíbles de ríos, meandros y casitas desperdigadas. En algunas estaciones se bajaba gente para ir a andar, o subían los esquiadores de fondo que ya habían puesto fin a su jornada.


Myrdal
El recorrido termina en la Estación de Myrdal, que no es más que eso, una estación de tren en medio de la nada. Allí puedes coger el tren dirección Oslo o Bergen. Lo bueno de este tour es que puedes elegir la mejor opción según te convenga. Hay gente que lo utiliza para ir desde Bergen hasta Oslo o viceversa.
De regreso a Bergen
El siguiente tren que tomé ya era de los modernos, bastante cómodo. Iba parando de vez en cuando en estaciones en medio de la nada y en las que se subían muchos esquiadores. Después de 2 horas de paisajes, fiordos, puentes y algún que otro pueblo, llegué a Bergen, justo cuando comenzaba a nevar. El día había sido soleado y eso favoreció que muchos noruegos se ausentaran de sus trabajo y salieran con sus esquís de travesía a disfrutar del día. Es curioso ver cómo aprovechan un día de sol como si no hubiera un mañana. Tienen 5 días libres al año y sin tener que dar explicaciones.

Como todavía había algo de luz cuando llegué a Bergen, opté por dar un paseo hasta el Bryggen. Atravesé un barrio precioso de calles estrechas y muchas casitas de estilo noruego, de madera de colores. Cuando llegué al puerto ya era casi de noche, pero se podía apreciar aún el color de sus fachadas y el encanto de sus angostas callejuelas. Aquí almacenaban antiguamente el pescado y cortaban la madera. Caminando unos 10 minutos más allá se encuentra la fortaleza amurallada. No es gran cosa, pero puedes acceder al patio interior y por el día puedes sacar una entrada para ver el interior. De vuelta al Bryggen, me fijé en los escaparates de las tiendas de souvenirs y los precios bastante más caros que en la tienda de Gudvagen. Volviendo al hotel pasé my cerca de la Catedral, famosa por su gran escalinata y su torre de color roja, que se ve desde cualquier punto de la ciudad. Vuelta

